Cuando pensamos en el dolor no nos viene a la mente únicamente el daño físico. Está claro que este concepto incluye también un aspecto psicológico. Duele el cuerpo pero también puede doler la mente. Esto es básico para comprender cómo el dolor puede tener repercusiones muy importantes en nuestro estado de ánimo. Mejorar el estado emocional de los pacientes constituye, de hecho, uno de los pilares fundamentales de la terapia.
¿Qué es el dolor?
La Real Academia Española lo define como:
1️⃣ Sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior.
2️⃣ Sentimiento de pena y congoja.
Por tanto, el dolor afecta, y mucho, a nuestra calidad de vida. Nos aporta emociones negativas. Además, puede alterar nuestras relaciones sociales y familiares así como provocar cambios en nuestro comportamiento. Al final toda nuestra conversación gira en torno al pesar que padecemos y empezamos a abandonar hábitos como salir con los amigos, acudir al trabajo, realizar ejercicio, etc. El paciente con dolor entra de esta forma en un bucle del que resulta tremendamente difícil salir.
En 1965 fue publicada La Teoría de la compuerta «Gate Control Theory». Este trabajo aportó una idea fundamental: el sistema nervioso central desempeña un papel esencial en la percepción del dolor, dando lugar a un mecanismo por el que los procesos psicológicos y emocionales pueden modular la señal sensorial.
Dicho de otro modo: la experiencia del dolor va a estar determinada, por tanto, por multitud de factores como las influencias culturales, las experiencias pasadas o las características de la personalidad. Las personas somos diferentes y considerar estas diferencias puede ser clave para conseguir interacciones eficaces en el tratamiento. Es obvio que los seres humanos responden de manera diversa ante un mismo estímulo doloroso. Responden de manera parecida, predecible hasta cierto punto, pero con diferencias. Por tanto, es imprescindible una evaluación multidisciplinar.
Tipos de dolor y cómo clasificarlos
Atendiendo a su duración
✅ Dolor Agudo
De inicio reciente y duración limitada, con una causa generalmente identificable y relacionada temporalmente con la aparición del dolor. Ejemplo: cuando nos quemamos al tocar algo muy caliente. Esta sensación desagradable puede considerarse un mecanismo de alarma para limitar el daño (apartamos la mano al sentir dolor para no seguir sometiéndonos al estímulo que nos causa el daño).
✅ Dolor Crónico
Cuando persiste más allá de un período razonable, después de ocurrida la lesión que lo causó. En este caso el daño no tendría ya esa función de alarma ya que permanece en ausencia de lesión objetivable.
Atendiendo a su fisiopatología. Es decir, a los mecanismos que provocan el dolor
✅ Dolor nociceptivo
Es el que se produce por estímulos dolorosos sobre receptores periféricos (nociceptores). Cuando estos receptores se activan, envían esa experiencia en forma de señales eléctricas al sistema nervioso central, el cual integra esa experiencia dolorosa. Se considera un mecanismo fisiológico defensivo. Suele ser proporcional a la intensidad de la causa que lo provoca y desaparece al finalizar esta. Tiene características variables según el origen de la lesión. Así, el dolor somático (procedente de estructuras como la piel, músculo, hueso y articulaciones) suele describirse como localizado y punzante y el visceral (procedente de estructuras mucosas y serosas de los órganos, músculos lisos y vasos sanguíneos) como sordo, profundo e irradiado a distancia del lugar de la lesión. SUELE RESPONDER BIEN A AINES y a analgésicos opioides.
✅ Dolor neuropático
En este caso ya no estamos ante un mecanismo de defensa. Aquí el problema es un desequilibrio de la actividad en las vías de transmisión del dolor. El sistema nervioso (ya sea a nivel central o periférico) está lesionado. Para que nos entendamos, las estructuras necesarias para la transmisión e integración de la experiencia dolorosa están alteradas. El dolor se transmite mal. Puede llevar asociadas hiparalgesia (respuesta aumentada ante estímulos habitualmente dolorosos) y alodinia (dolor provocado por estímulos que, habitualmente, no lo provocan). El dolor se percibe a menudo como urente, lancinante, extraño, difuso. En muchos casos, persiste después de desaparecida la lesión. NO SUELE RESPONDER A AINES. En este caso, el tratamiento es más complejo.
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