Bailando con lobos: la integración en otra cultura

La antropología es la ciencia que estudia los aspectos físicos y las manifestaciones sociales y culturales de las comunidades humanas. Dentro de su trabajo de campo y observación, esta ciencia puede abordar el estudio de una cultura desde dos perspectivas: etic y emic. En esta última, el observador se comporta como un participante, introduciéndose dentro de la cultura sometida a estudio. En el cine podemos encontrar algunos ejemplos. Uno de ellos es Bailando con Lobos, la película que Kevin Costner dirigió y protagonizó en 1990. Éxito rotundo de taquilla y crítica, la cinta nos permitió introducirnos, de la mano de su protagonista, en la cultura de los indios sioux para hacernos reflexionar sobre el entendimiento entre culturas y el valor de la naturaleza.

Estas dos perspectivas, etic y emic, han permitido el estudio de los grupos humanos arrojando información sobre su comportamiento, maneras de organizarse o las diferentes formas de interactuar entre sus miembros y con otros grupos. Así pues, a la hora de analizar otras culturas podemos realizar interpretaciones desde dos perspectivas. Una interna, designada por el término emic, y una externa, denominada etic.


La perspectiva emic supone introducirse en una determinada cultura con el fin de estudiar los pensamientos y sentimientos, las motivaciones, las costumbres y el lenguaje de esa comunidad. Esta perspectiva permite al observador acercarse a una comprensión completa al introducirse en la cultura analizada.


La perspectiva etic es la del investigador. En este caso el investigador describe hechos observables pero no tiene en cuenta el significado que estos hechos tienen para las comunidades estudiadas. Quizá esta sea una visión más egocéntrica de la realidad pues el investigador que estudia otra cultura, tenderá a hacerlo desde la suya. Creyendo que lo suyo es lo que es normal y lo de los demás, lo extraño. En este caso, el condicionamiento previo del investigador puede suponer una poderosa barrera para entender otras formas de vida.

Crítica de «Bailando con lobos»

Bailando con lobos

Bailando con lobos marcó un antes y un después en el género del western. Por primera vez, dejaba de mostrar a los indios, verdaderos pobladores de las tierras americanas, como salvajes para convertirlos en los auténticos héroes del relato. La cinta mostraba a los sioux como un pueblo cargado de valores y costumbres, capaz de convivir en armonía con la naturaleza y que mostraba auténtica devoción y respeto por la familia.

Bailando con lobos cuenta la historia de John J. Dunbar (Kevin Costner), un oficial de caballería de los EEUU que, tras luchar en la Guerra de Secesión y en plena colonización del Oeste, solicita un puesto fronterizo para vivir aislado. La soledad llevará al protagonista a tomar contacto con sus vecinos, los sioux, un pueblo que se le antojaba salvaje y retrógrado pero que, con el tiempo, irá conociendo. Introduciéndose poco a poco en su cultura, el protagonista acabará estableciendo con sus vecinos una relación de respeto y admiración. Así, finalmente, el teniente acabará preguntándose quién es en realidad el salvaje.

Bailando con lobos: en defensa de la cultura de los sioux

Maravillosa obra épica, la película contó en su reparto con actores de origen indio así como con auténticos indios de la reserva sioux de Dakota del Sur. Además, una buena parte de la película está rodada en lakota, el idioma de los sioux, una excelente manera de hacer partícipe al espectador de la cultura de este pueblo. Una película que reivindica la figura de los nativos americanos y que ayudó a reavivar la corriente en defensa de sus costumbres y sus territorios.

Íntima y profunda, llena de valores y tintes ecologistas, la historia fue rodada de forma secuencial, es decir, tal y como transcurre en la película. A lo largo de los 181 minutos que dura la cinta, destacan una excelente fotografía y algunas escenas que quedarán para siempre grabadas en la retina de los espectadores. La excelente cacería de búfalos en las praderas americanas necesitó un enorme despliegue de medios humanos, animales y técnicos para poder ser rodada. La película es un canto a la naturaleza, a los animales y al respeto de los recursos naturales. Los sioux creían que todas las cosas de la naturaleza tenían un espíritu. Toda su vida dependía de la naturaleza y la respetaban tomando de ella solo lo que necesitaban para sobrevivir, nada más.

Bailando con lobos logró recuperar el western, un género que experimentó una clara decadencia durante la década de los ochenta. Basada en la novela homónima de Michael Blake, el broche final de la película lo pone su hermosa banda sonora firmada por John Barry. Inspiradora, noble y emotiva, la música es un elemento esencial de esta película, reflejo de la transformación personal que experimenta el protagonista. Bailando con lobos fue galardonada con siete Premios Óscar entre los que se incluyen Mejor película, Mejor director y, por supuesto, Mejor banda sonora. En resumen, Bailando con lobos es un delicia para los sentidos. Cine del bueno, del que cura.

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