Que Paul Thomas Anderson haya estado nominado en ocho ocasiones a los premios Oscar siempre genera ciertas expectativas cuando este presenta una nueva cinta. Licorice Pizza no ha sido una excepción. El director, guionista y productor, nacido en California en 1970 y en activo desde 1988 cuenta con una amplia y aclamada trayectoria. Es por ello que el American Film Institute lo considere como «uno de los maestros modernos del cine estadounidense». El cineasta, responsable de títulos tan aclamados como Boogie Nights (1997), Magnolia (1999), There Will be Blood (Pozos de ambición, 2007) o Phantom Thread (El hilo invisible, 2017) y en 2021 dirige Licorice Pizza, una tierna oda al primer amor.
Licorice Pizza (2021)
Quizá una de las cosas más interesantes de la película es que el espectador no sabe con certeza qué es lo que se va a encontrar. Sí, tenemos como base la historia de dos jóvenes y sabemos que está ambientada en la California de los años setenta, concretamente en El Valle De San Fernando (Los Ángeles). Pero poco más. No es la primera vez que el director aborda los años setenta pero esta es quizá la película que con más ternura retrata esta década.

La película narra la historia de dos jóvenes, Alana (Alana Haim) y Gary (Cooper Hoffman), hijo del desaparecido Philip Seymour Hoffman). Él es un actor infantil a quien la adolescencia ya le está complicando la participación en la industria cinematográfica. Ella, una joven que aún no tiene claro lo que quiere. Cuando Gary se prepara para la foto del anuario de su instituto tropieza con Alana, de la que cae instantáneamente prendado. Con mucho valor y muy seguro de sí mismo para su edad, decide invitarla a salir.
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Análisis
Sin embargo, Licorice Pizza no se queda en una mera comedia romántica de adolescentes. Para nada. La cinta, íntima y convincente, rebosa luz y felicidad. No hay ningún camino, no hay decisiones correctas, simplemente trata de la vida, con sus errores y sus aciertos, con sus ilusiones y sus decepciones. Y sobre todo trata de la amistad, del descubrimiento del amor, que tantas veces nos sorprende y del abandono de la niñez y transición a la vida adulta. Esa vida con la que quizá no soñábamos pero que toca vivir. La cinta, además, nos sitúa en un momento sociopolítico importantes: el de la crisis del petróleo de 1973. Licorice Pizza es una película que nació a partir de experiencias y coincidencias del director con las que el espectador puede, en algún momento, identificarse.
Una película que te dejará un agradable sabor de boca
Es quizá la conclusión que te deja la cinta. El director elige con gran acierto el título de la película. Esta «pizza de regaliz», en parte un apodo para los discos de vinilo y que, además, es el nombre de una tienda de discos que existió en California, deja un buen sabor de boca. Licorice Pizza es una bocanada de aire fresco en el panorama actual. Los actores tienen un química que traspasa la pantalla y la cinta rebosa frescura y originalidad. Atención a la magnífica BSO y a los cameos de Sean Penn y Bradley Cooper. 100% recomendada para evadirnos de nuestros problemas, al menos, durante un rato.

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